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El duelo que abre una nueva etapa del Gobierno

Lo viejo funciona, si se disfraza de lo nuevo. La hegemonía libertaria es un sueño en construcción que admite retazos de nostalgia, desde la sexta reencarnación política de Patricia Bullrich a la estructura de punteros peronistas con cargos en el PAMI o la militancia rentada para rellenar los actos donde se luce el gran jefe. 

Javier y Karina Milei conciben La Libertad Avanza (LLA) como el instrumento que les permitirá pasar de un gobierno de emergencia a uno que pueda desplegar sin estorbos una agenda de transformación de la Argentina. Diseñan un partido vertical y con una identidad propia muy marcada, pero que asimila rasgos de liderazgos anteriores: la flexibilidad ideológica del peronismo; el cesarismo kirchnerista; la audacia del massismo; la bandera del cambio que enarboló el macrismo. 

El experimento en marcha implica renunciar al camino del pacto, una solución que –aunque engorrosa– suele resultar menos arriesgada para ejercer el poder en minoría y con la amenaza siempre latente de la próxima crisis. Por eso, el duelo que enfrentan este domingo los hermanos Milei ante quien fue su principal socio, Mauricio Macri, marca el inicio de una nueva etapa en la gestión libertaria. Salga como salga.  

Milei se zambulló en una campaña que solo reparte cargos municipales para enviar un mensaje a todo el sistema político. El poder no se comparte. Entendió que Jorge y Mauricio Macri lo desafiaron con el anticipo electoral de la ciudad de Buenos Aires para después condicionarlo a acordar una coalición (electoral y de gobierno) que él rechazó desde un principio.  

Las cosas que se dicen en campaña suelen dejar heridas profundas. Milei no se privó de destratar a Mauricio Macri, a quien hasta hace poco dejaba afuera de sus furias cotidianas. Habló de los “amarillos fracasados”, calificó de “tibia” su presidencia y puso a aplaudir sus críticas a quienes fueron figuras centrales del gobierno del Pro, como Bullrich, Federico Sturzenegger y Luis Caputo.  

Es recíproco. Macri aludió a su “desilusión infinita” con actitudes de Milei (sobre todo después de la caída del proyecto de ficha limpia). Ya no limita sus quejas a Santiago Caputo o a Karina Milei.  

“Nada hace pensar que después de las elecciones pueda haber una reconciliación”, se resigna un integrante de la cúpula del Pro. El partido de Macri aspira a un resultado que lo ratifique su “utilidad” para el sistema y que prevenga una fuga hacia LLA como la que ya inauguró Bullrich. 

El viernes, con la campaña terminada, los dos Macri, sus candidatos y principales dirigentes compartieron un almuerzo en Barracas. El clima era ante todo de alivio, relataron algunos de los presentes: como si estos meses de enfrentamiento hubieran marcado la liberación de un tortuoso período de convivencia con sus verdugos.

Mauricio Macri en el cierre de campaña de Silvia Lospennato en el Club 17 de Agosto, ubicado en Villa Pueyrredón

El escrutinio porteño dará una magnitud de lo que pesa hoy el Pro en su casa matriz. Pero las hostilidades con el mileísmo parecieron forjar un espíritu de identidad que acaso signifique una barrera pesada a futuros acuerdos en la provincia de Buenos Aires y en el Congreso. Llamó la atención la dureza con que Macri aludió a Bullrich y a Horacio Rodríguez Larreta en el cierre de campaña: todo un mensaje a los que proyecten independizarse en el futuro cercano. 

En la Casa Rosada hace tiempo que perciben al Pro como una presa a cazar. “Ellos fracasaron por tibios, por ser políticamente correctos. Somos todo lo contrario”, suele repetir Milei, con letra que escuchó de su asesor Caputo. Las milicias digitales de los libertarios tienen esa idea internalizada hasta el límite: así se vio cuando salieron a celebrar la muerte de José Mujica y a mofarse de Macri por haber enviado unas condolencias en la que destacaba al líder de la izquierda uruguaya como una persona “comprometida con sus ideas”. 

“Kirchnerismo o libertad”

La estrategia de Milei hacia el macrismo fue clara y explícita. Decidió jugar en las elecciones porteñas a uno de los funcionarios que más valora, Manuel Adorni, y no titubeó en nacionalizar la campaña, con el lema “kirchnerismo o libertad”.  

Es una apuesta de riesgo. Aunque buscó ningunear el rol del macrismo y polarizar el voto, se expone a una lectura negativa del resultado si Leandro Santoro consigue el primer puesto que le adjudica una mayoría de las encuestas. En función de ser coherente con el eslogan, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, tuvo que admitir que sería un mal resultado para Adorni y el Gobierno salir en segundo lugar. 

En la Casa Rosada exhiben números optimistas que no todos terminan de creerse. Milei sí: descartó el viaje a Roma para la asunción del papa León XIV para estar al lado de su vocero en la noche electoral. Sueña con un discurso triunfal que proyecte un haz de optimismo para lo que queda de la temporada de votaciones. 

En el búnker peronista no se confían ante el supuesto favoritismo de Santoro. El macrismo se aferra a la esperanza de que el episodio opaco de ficha limpia –la sospecha de un pacto entre Milei y el kirchnerismo para frustrar esa ley- derive en un vuelco hacia Silvia Lospennato de votantes que dudaban entre el Pro y LLA. El recuento dará pistas sobre qué grado de distinción hace el electorado de centroderecha entre los valores republicanos y los resultados económicos. 

El largo plazo

Detrás de esas dudas de cortísimo plazo, asoma una tendencia que merece un análisis más reposado. El apoyo social a la gestión de Milei, a partir del proceso de desinflación y la estabilidad cambiaria, todavía no tiene un correlato decisivo en materia electoral.  

LLA quedó en un magro tercer lugar en Santa Fe en abril. El domingo pasado dio una vuelta olímpica por un buen triunfo en la capital de Salta que no torció una caída provincial. Salió segundo lejos en Jujuy, desconoció a sus candidatos en San Luis para no comerse una derrota cantada y se colgó de una victoria del gobernador radical de Chaco, Leandro Zdero, con quien aceptó acordar a cambio de que se marginara al Pro de la alianza. 

En cada distrito las celebraciones se mezclan con internas fogosas. En eso parecen heredar al radicalismo. Karina Milei y sus gestores, los primos Menem, administran con mano de hierro las franquicias de LLA en el interior. Van dejando purgados por el camino.  

Esas guerrillas descollan en la provincia de Buenos Aires, donde se recortan como reacios a la estrategia de la gran hermana los militantes digitales con ambiciones de Estado que conduce Santiago Caputo. El acto en Recoleta con el que Milei expresó su apoyo a Adorni fue un retrato de esas tensiones. Incluso llamó la atención cómo desde cuentas de redes sociales libertarias se ayudó a viralizar los videos con las quejas de los jóvenes que asistieron al acto con la promesa de recibir 25.000 pesos (y a quienes a último momento les negaron el pago). Todo sea para derrotar a “la casta”.

La confección de las listas bonaerenses tiene en vilo a todos los habitantes de LLA, incluida a la recién incorporada Bullrich. Sus allegados temen quedar atrapados entre los fuegos de karinistas y caputistas. La ecuación se puede complicar más si entran en la discusión los dirigentes del Pro que promueven un acuerdo para enfrentar al kirchnerismo. 

Esas minucias revelan el océano que separa a los pronósticos electorales de la autopercepción imperial de Milei.  

Ante un sistema que explotó en mil pedazos, LLA pugna por demostrar una adhesión mayoritaria y clara.  

En la ciudad, un peronismo que logró la hazaña de la unidad sin ruidos podría ganar con solo retener su piso histórico. En la provincia, una Cristina Kirchner en decadencia y peleada con el gobernador Axel Kicillof sigue siendo un escollo de primer orden para el Gobierno.  

Milei está convencido de que necesita resultados sólidos a lo largo del año electoral porque eso desatará definitivamente la confianza de los mercados en sus políticas y empezarán a llegar las inversiones que necesita su plan para funcionar.  

Por eso refuerza las medidas para garantizar la estabilidad y acelerar la baja de la inflación. El índice de abril, de 2,8%, lo celebró de manera desaforada porque era una pesadilla recurrente llegar a la votación porteña con los precios desbocados.  

Tiempo de revancha

Como es habitual, adornó su alegría con revanchismo, al repartir acusaciones a todos los que habían hecho pronósticos del 4 o 5% después de la salida del cepo. Su detector de “mandriles” es inclemente con todos menos con él mismo: no registra por ejemplo que en enero le sugirió a la agencia Bloomberg, en Suiza, que tres meses más tarde –o sea en abril- el índice de inflación sería del 1,5%.  

El guion exige mostrarse como víctima. Los vaticinios fallidos son “operaciones” para debilitarlo. Y las tensiones típicas de la discusión electoral representan “la campaña sucia más grande de todos los tiempos”, como dice sufrir.  

Ante la necesidad de estabilidad económica, no dudó en avanzar sobre el dogma de la “libre negociación entre privados” para rechazar el acuerdo paritario de los mercantiles. El salario es una nueva ancla de precios. ¿No estará así poniendo también un límite a sus ambiciones electorales?  

La gran ventaja que tiene en esa cruzada es la acuciante fragilidad de sus rivales. Sobre todo de Cristina Kirchner, el principal foco de atención de los inversores que siguen el destino de la Argentina.  

El PJ bajo su conducción acumula resultados impresentables en las provincias donde ya se votó. Santoro compite con expectativas después de haber escondido todo lo que pudo los contornos kirchneristas de su lista. Cristina ni habló de la campaña porteña. En Buenos Aires, su bastión histórico, surgió la rebelión de los intendentes y el gobernador. La rigidez de su propuesta ha encorsetado al peronismo. Amenazada por la Justicia, pese al salvavidas que le tiró el Senado con la ficha limpia, podría quedarle el último consuelo de competir por una candidatura bonaerense en La Matanza y alrededores.  

Milei celebra que nada crezca fuera de su jardín. Recoge votos peronistas que huyen de la rigidez cristinista (sobre todo en el interior del país) y le disputa al macrismo (en los centros urbanos) la potestad del discurso del cambio.  

LLA subsiste como el único partido nacional en la cancha, entre una infinidad de fuerzas locales cuya única ambición es retener influencia en el pago chico.  

Al final del camino, Milei se propone refundar un oficialismo que impulse reformas para desarrollar la Argentina de acuerdo con su visión ideológica. Elecciones como las de este domingo preparan el terreno para las legislativas de octubre, que serán un termómetro válido del respaldo social a su revuelta libertaria.  

Incluso en el éxito, el Gobierno pasaría de sus 40 diputados actuales a no más de 80, pero a costa de quienes fueron hasta ahora sus aliados leales (incluido el Pro, que se arriesga a una drástica pérdida de representación en el Congreso). En el Senado los movimientos son incluso más lentos. 

Puede vislumbrarse el desafío. Milei seguirá aún en minoría y obligado a negociar con los heridos de una campaña cruenta. La figura amenazante del péndulo argentino goza de buena salud.

​Las elecciones porteñas marcan la ruptura de la principal alianza en la que se apoyó la gestión libertaria; los pactos futuros y la trampa de la polarización con el kirchnerismo  

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