Dicen que de las crisis se sale fortalecido y eso es lo que piensa y está transitando María Fernanda Callejón. Es una de las protagonistas de la serie Viudas negras, p*tas y chorras que puede verse en Flow, TNT y HBO Max, y asegura que este proyecto le llegó en un momento difícil de su vida. De eso habla en una entrevista íntima con LA NACION, y también del vínculo con su hija Giovanna y de por qué hoy elije estar sola, luego de separarse de Fernando Gamboa, su pareja durante los últimos dos años.
María Fernanda Callejón está sensible y durante la charla, la voz se le quiebra varias veces, pero también ríe a carcajadas y agradece sus aprendizajes.
–Tu personaje en Viudas negras te queda como anillo al dedo…
–Cuando estaba construyendo a Paola en mi cabeza para hacer el casting, me enfermé de bronquitis por primera vez en mi vida. Había tenido anginas, gripe, Covid, pero nunca bronquitis. Tenía una voz más gruesa que la habitual, me dolía el cuerpo, tuve fiebre y empecé a tomar de todo para poder llegar al casting. Fui igual, empastillada, con cuarenta grados de fiebre, y me acuerdo que garuaba finito. Y usé todo eso para construir a Paola, esta hembra alfa que nació de la fragilidad de los 90 y de cosificarse a toda costa. Vengo aprendiendo de las dificultades y las crisis, y me propuse que el personaje fuera mío.
–Y lo lograste…
–Recién al mes me dieron la buena noticia y no puedo explicar la alegría y la emoción que tenía (se le quiebra la voz y se emociona). Me vino en un momento de mi vida muy difícil y no hay nadie que te valide más que vos misma. Fue una gloria poder estar en Viudas negras, que es un éxito indiscutido que superó las expectativas de todos.
–¿Cómo fue la experiencia de grabar una comedia negra, muy poco común en nuestras ficciones?
–Hay que entrar en el código de comedias negras, porque hace años que no se ven. Y Paola es un protagónico antagónico. Me llegó una propuesta de la Warner Bros y Pampa Films para hacer un casting, y cuando me dijeron que era de Malena Pichot ni lo dudé, porque es marca registrada en un montón de sentidos. Me encanta lo que piensa, me parece brillante ella y de un feminismo muy inteligente. Su mirada del universo femenino va un paso adelante. Me identifico con su humor también, algo que ya conozco porque estuve seis años trabajando al lado de (Jorge) Guinzburg y (Horacio) Fontova. Y a Malena la siento cerca de ese referente que fueron mis maestros. Por otra parte, su feminismo no suena a demagogia.
–Vos también militás el feminismo.
–En el siglo XXI, el feminismo es inherente a las mujeres. No podés mirar para otro lado. O sos feminista o sos machista. Me gustó mucho el guion y enseguida armé a Paola, porque estaba en un contexto en el cual tenía cigarrillos cerca, porque ya no fumo casi nada. Encendí el pucho y empecé a hablar como ella. Quizá fue la alegría de que me llegara un guion así, porque hacía tiempo que no hacía ficción. Lo último fue La 1-5-18 y un capítulo de El marginal.
–Te cambió el ánimo…
–Fue maravilloso que a mis 58 años me llegara un personaje de una hembra alfa, de la mano de Pichot y con esas productoras. ¡Me llamaron para la Selección Nacional! Me volvió el alma al cuerpo. Hacía un montón que no me pasaba esto. Porque no solo la gente en la calle me dice que le encanta la serie, sino que también me llegó el reconocimiento de colegas, incluso de algunos con los que todavía no trabajé. Nos divertimos mucho porque además me tocó un universo de lujo compartido con Malena y Pilar Gamboa. Estoy agradecida y emocionada.
–En estos años de falta de ficción fuiste panelista, ¿te gustó?
–Sí. En pandemia y a falta de ficción, trabajé como panelista en Polémica en el bar y Duro de domar y rocé la política. Mi madre amaba la política y yo caí ahí como el disenso porque no milito en ningún partido. Milito para el partido de la humanidad, del día a día de los jefes y jefas de familia, la gente vulnerable; esa es mi bandera, la de mi pueblo. La serie llegó en un momento en el que el panelismo no me cuadraba ya, porque soy actriz desde hace 42 años. No reniego porque me gustó, me dio pantalla, me dio de comer, aprendí un montón. Sin embargo, este personaje llegó por algo y para algo, con la idea, la ilusión, el decreto y el agradecimiento al universo y a Dios todopoderoso y a mis ángeles que me dan la posibilidad de proyectarme.
–Decís que llegó en un momento complicado de tu vida en el que todavía tenés una batalla legal con tu ex, Ricky Diotto y papá de tu hija Giovanna. ¿Cómo estás?
–Conocen una parte muy sesgada de todo. Yo estoy bárbara y solamente voy a hablar de mí.
–¿Y Giovanna cómo está?
–Muy bien. Es la luz de mis ojos, de mi vida. Mi motor y mi compañera, mi cómplice y todo. Es el verdadero amor de mi vida. Yo estoy reconstruyéndome y esto me abre las puertas a la gratitud plena. Hace tiempo que transito una transformación en lo personal. Muchas veces dije que en un momento de la vida vos no elegís a los personajes, sino que ellos te elijen a vos. Y Viudas… es una bisagra más en mi extensa carrera. Soy una laburante que siempre viví de mi oficio. Sí dejé de trabajar unos años porque esperé mucho a Giovanna y postergué con mucho gusto mi trabajo full time para hacer el recorrido de la maternidad.
–Tu lucha por ser mamá fue larga…
–Si. En un momento mi profesión ocupó el vacío de la maternidad. Tuve que darme cuenta de que no podía taparlo con nada. Me acuerdo que hacía de todo: una película, el Bailando por un sueño y a la noche teatro. Giovanna me hizo recalcular, llegó para enseñarme, para resetear mi vida, posicionarme y volver a mí. Tenemos una sociedad tan rota que es difícil cumplir nuestros sueños genuinos. Primero hay que entender que no vinimos al mundo a complacer a los demás sino a una misma. Desde que tengo cinco años que digo que mi sueño es ser actriz y ser mamá como mi mamá. Lo logré contra todos los pronósticos, tanto en lo personal como en mi profesión, porque vengo de Carlos Paz, un pueblo muy chiquito, y me formé con los mejores profesionales y en los mejores escenarios y tuve las mejores oportunidades. Siempre fui víctima del prejuicio.
–¿Lo sufriste?
–No, pero (Albert) Einstein dice que es mucho más fácil disolver un átomo que un prejuicio y tiene razón. Y eso me va a acompañar toda la vida. Pero lo que hice hasta el momento me construyó y estoy acostumbrada a los grandes desafíos. Y ahora empiezo a transitar otro sueño que tengo, que es el de ser una gran actriz. Esta es la bisagra para no tener techo.
–Fuiste vedette, hiciste comedias, dramas, bailaste. Nunca te encasillaste…
–Ni tampoco fui víctima del encasillamiento. Porque Paola tiene un guiño de mis 90 y no me molesta. Quiero ser una gran actriz y se lo digo a mi hija que es una incipiente artista que se está formando. Ella quiere cantar. Mi mamá (Grazia Pizzuto) también era actriz, hizo radioteatros y una película con Mercedes Carreras, De Londres llegó un tutor. Y después eligió ser mamá. Y yo lo tengo en mi ADN, porque dicen que el fruto nunca cae lejos del árbol. Estoy disfrutando el éxito personal y de la serie, porque hay un gran trabajo.
–Y a este buen momento, ¿qué otros proyectos le siguen?
–Mucho teatro. Hice microteatro en el mes de junio y en este momento estoy evaluando dos obras para hacer en breve, una para el verano y otra para marzo. Es un gran momento laboral.
-¿Y en lo personal?
-Estoy reconstruyéndome. Me estoy priorizando. Paola me dejó mucha enseñanza, como por ejemplo entender en todo lo que no hay que ceder. Y también me enseñó a reírme de las cosas que hice mal y hacerme cargo de las que no están tan buenas.
–Hace unos meses te separaste de Fernando Gamboa, ¿cómo estás?
–Hace dos meses me distancié de un compañero. No éramos formalmente nada; ya no le pongo rótulos ni etiquetas a nada. Hoy estoy sola por elección. Solterita, disfrutando de mí y de mi hija. Estoy viviendo un momento muy feliz, lo que no significa que no esté atravesando crisis todavía. De las crisis emergen las mejores cosas y aprendés lo que es la gratitud. Tengo mucho por vivir y por hacer, y estoy trabajando mucho sobre mi para criar a una niña de esta generación, con libertad. Y la libertad encierra el amor propio, quererse, valorarse, saber que nadie tiene derecho a maltratarte o destratarte. Y por sobre todas las cosas quiero que sea buena gente y busque el propósito genuino de la vida.
–Los 90 están muy en boga últimamente. ¿Qué recordás de tus vivencias en esa época?
–Los 90 son nuestros, decía una obra de teatro. Fueron un poco de todo (hace una pausa). Estoy escribiendo sobre eso. Voy a hacer mi biopic.
–¿Y qué va a contar tu biopic?
–No puedo adelantar nada, pero voy a contar todo en primera persona. Llegué a Buenos Aires a mediados de los 80, a los diez días cumplí 18 años, hice una audición y a los cinco días estaba protagonizando La revista de las erecciones generales en el Teatro Tabarís, con Moria Casán, Zulma Faiad, los Botton Tap, dirección de Mario Castiglione y producción de Bredeston y Rottemberg. Y nunca paré.
-¿Y vas a estar en la segunda temporada de Coppola, la serie?
–¡Sí! Estoy en la serie. Y no puedo contar más (risas) porque tengo un contrato de confidencialidad. Tanto que querían que esté, y estoy. Guille es familia, pase lo que pase. En la primera parte de la serie se robaron siete años de la vida de Guille (risas). Pero es ficción.
En un emotivo e intenso mano a mano con LA NACION, la actriz repasa su papel más reciente, , habla de la segunda temporada de Coppola, la serie y del “verdadero amor de su vida”