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Tiene un jardín con mil rosas y una historia que nadie imagina

Todo comenzó en el Rosedal de Palermo. María Fernanda Belmonte se dejó deslumbrar por las rosas. “Fue en un momento difícil en el que me encontré con ellas, en la incertidumbre lacerante que no daba seguridades de continuar viva. Y en el intervalo entre estudios médicos para los cuales viajaba a CABA, mi esposo, Fernando, me llevó de paseo al Rosedal de Palermo, y ahí, en medio del punzante dolor que sentía, miré las espinas, las sentía clavadas dentro mío, pero luego me invadió la esperanza y suavidad de la flor, nunca las había visto con esos ojos, así fue como las descubrí realmente. Volví de ese viaje hace más de diez años y diseñé mi Jardín de Rosas. Las descubrí desde la tristeza.”

Desde la terraza, se disfruta la vista del jardín de rosas con sus recorridos y rincones para descubrir.

Nacida en el Alto Valle de Río Negro, vivió sus primeros años en una chacra en contacto con el mundo natural. Estudió medicina en Mar del Plata y luego Jardinería y Diseño en la Villa Victoria Ocampo. Hoy, desde su casa en Sierra de los Padres, pudo reencontrarse con la naturaleza: creó un jardín de rosas donde las herbáceas cobraron protagonismo y también abrió su tienda de semillas “Junto a las Rosas”.

“Te diría que me considero una enamorada y comprometida, pues luego de ese contacto fundante con ellas, comienza un camino que consiste en profundizar y estudiar su cultivo y su historia en la línea del tiempo.”

Al llegar al jardín de María Fernanda, luego de atravesar una puerta de entrada, aparece un gran jardín central de flores alborotadas, donde no faltan las arvejillas, alceas, arcos de rosas, senderos escoltados de margaritas, dedaleras y también algunos árboles frutales. Según la época del año, pueden disfrutarse narcisos, tulipanes, nomeolvides, alelíes, con sus características las fragancias y colores.

Las rosas estuvieron presentes en su jardín desde el comienzo, hace más de 15 años. Hoy, cuenta con alrededor de mil ejemplares de más de 300 variedades distintas de en su colección. Hay algunas que se repiten, como las rosas inglesas. María Fernanda aporta: “Siempre hay algo nuevo para aprender y alguien con quien compartir”.

En 2013 el jardín gana el premio al “Mejor jardín del Partido de General Pueyrredón”, y desde entonces es un jardín que se puede visitar.

Le pedimos que nos aporte sus máximas sobre el cultivo de rosas, y aquí los detallamos:

1. Conocer su variedad y origen

Para que las rosas luzcan bellas, es importante conocer su clasificación y comportamiento. Se trata de conocer su nombre, “especie” (silvestres, antiguas o modernas) y “variedad”. Dentro de cada una de las especies se abre un gran abanico de posibilidades, muy distintas entre sí. Sabiendo esto podremos cultivar, por ejemplo, rosas en suelos arenosos o con menos de seis horas de sol.

“Están hace más de 40 millones de años en el planeta, hay quienes dicen 65 millones de años, y para cuando nosotros entramos en escena, ellas habían recorrido una larga evolución”.

2. Suelo y ubicación

Las rosas pueden plantarse a raíz desnuda (en las estaciones frías) o envasadas (todo el año). En el pozo de plantación está, en gran parte, el secreto del éxito, porque que la raíz será anclaje y almacenamiento y absorción de nutrientes. De esto dependen su belleza y sanidad. Necesitan nutrientes, buena textura y un pH ácido. Algo muy importante: si en el suelo no hay aire, el alimento no llega. Los suelos apelmazados son los peores enemigos de las rosas, por eso no es recomendable usar fertilizantes químicos que alteran la estructura del suelo y la vida en él.

“La mayoría de las rosas requiere cuatro a seis horas de sol y suelo rico en materia orgánica, ácido. Lo que no resisten es un suelo mal drenado.”

3. Cultivar junto a herbáceas

Naturalmente, la rosa no crece aislada, por eso es importante armar canteros mixtos. La rosa no logrará competir con arbustos perennes de crecimiento vigoroso ni herbáceas invasivas. En cambio, cultivarla junto a herbáceas favorecerá el el crecimiento de hongos y bacterias benéficas en las raíces. Además, la cominación es estética. Algunas recomendables son salvias de crecimiento bajo, agastaches, verbenas, erigerones, nepetas, silenes, vincas, orlayas, potentillas, tulbalgias, algunas amapolas, escholtzia, linos, campánulas, echináceas, arvejillas, clematis, espuelas de caballero, cosmos, lirios y achileas.

Los tips de Clara Billoch para armar tu cantero.

5. Cuidados

Además de la poda, las rosas requieren una limpieza de canteros y enmienda invernal. Agregar materia orgánica a través de un buen sustrato, por ejemplo con tierra negra, compost, humus de lombriz, turba, perlita, ceniza de hogar, cáscaras de bananas. No es aconsejable mover la tierra ni carpir, lo ideal es solo agregar para no alterar la vida del suelo. Además, regar profundamente, por inundación, dos veces por semana cuando hace mucho calor para favorecer que se desarrollen raíces profundas y absorban mejor los nutrientes. Cuanto más joven el rosal, mayor frecuencia.

“Estoy convencida de que para que las rosas estén sanas y crezcan sobre un suelo saludable (con el menor impacto negativo ecológico) lo mejor es cultivarlas junto a herbáceas compañeras”.

A la hora de fertilizar, las rosas necesitan nitrógeno, fósforo y potasio. Sin embargo, a las que florecen en oleadas profusas (antiguas, inglesas), luego de esa primera floración ya pueden fertilizarse, dado que tuvieron un alto requerimiento. No sucede lo mismo en otras que florecen gradualmente. Siempre es bueno alimentar antes de una buena lluvia, para favorecer la absorción de nutrientes. Así, la dejamos a María Fernanda, en su casita de ensueño, entre un mar de rosas.

​Se fue a vivir a Sierra de los Padres y dedicó su jardín a las rosas.  

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